12.10.09

RIO TUS

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar, escribió Jorge Manrique, y supongo que a más de un poeta desde entonces y desde antes se le habrá ocurrido que la vida es un río a veces rápido y a veces manso, que la vida puede ser densa como un cauce profundo, o el amor delicado como un remanso de aguas livianas, o la amistad saltarina y alegre como el agua de un salto. En la vida de los ríos, los humanos hemos imaginado el discurrir de la nuestra.

Mi trozo de río es un fin de semana que transcurría tranquilo en un valle de la Sierra del Segura, en la calma de los buenos amigos, de los valles aromáticos y del último sol del año prendido de las hojas amarillas de los chopos, blanqueado entre las encinas por la mañana, incendiando por las tardes el horizonte de pinos. Súbitamente se alza el lecho del arroyo con la última mirada atrás por la ventanilla de un coche y la última bocanada de monte y, tras ese dique, se deshacen los reflejos en el gorgoteo de lo cotidiano.




2 comentarios:

malatesta dijo...

La metáfora no puede ser más universal. Hasta vale para las dos concepciones principales sobre la vida de la filosofía occidental. La cristiana, lineal, con el principio en el nacimiento del río y su fin en la desembocadura. Y la griega, cíclica, si imaginamos que ese agua vuelve evaporada y precipitada sobre las montañas en un ciclo sin fin.

ismo dijo...

La lineal me pega más para el ateo, el materialista,...; al fin y al cabo, el cristiano cree que hay otra vida, que discurre eternamente.