14.9.09

HUMO

Sentado al fresco del arroyo, en Os Teixois, prendí la vista en una imagen del bosque animado que escribió Fernández Flórez y sentí el sobresalto que provoca encontrar frente a ti lo que hasta entonces sólo conocías por la magia de las palabras. Cuando algo así te sucede, puedes pensar que las páginas de aquel libro te guardaban un significado mágico, que la comprensión de las palabras tenía el poder de materializar los sueños que se cuentan en los cuentos, que ese lugar no hubiese existido si no lo hubieses leído antes.

La casita de Geraldo es diferente. nadie le daría por ella ni lo que cuesta una vaca; es un cajón de oscura piedra pizarrosa que los líquenes adornaron con redondeles dorados y plateados, como viejas e irregulares monedas antiguas: gruesos guijarros aseguran las tejas entre las que sale un humo vacilante cuando Geraldo enciende su hogar; entonces también un ventanuco lateral que nunca tuvo cristales se pone a fumar el crepitante y oloroso tabaco de las queiroas. Geraldo quisiera dotar de chimenea a su casita y su pereza le obliga siempre a aplazar el proyecto.

W. Fernández Flórez, El bosque animado

Al recordar este texto, recordé que hace poco publiqué una entrada en la que comparaba los tejados de pizarra del valle de Bohí con montones de monedas antiguas, exactamente igual que hace Fernández Flórez. Pero la metáfora que utilicé en el texto no es mía, sino de mi mujer, que nunca ha leído El bosque animado.

Quizá todo nuestro conocimiento sea uno, una nube de comprensión apenas dispersa por los resquicios de un tejado de monedas antiguas, un humo paseante entre la luz de los castaños.



3 comentarios:

XuanRata dijo...

A través de ese humo fragante, de ese fuego contenido, voy penetrando de nuevo en el mundo. En esa imagen de luz prendida tengo un pasillo por donde colarme de nuevo en mi propia casa.
Conocer una tierra es algo más que vivir en ella, que haber nacido en ella. Solo es posible llegar a un lugar regresando a él. Aunque sea desde las páginas de un libro o desde la memoria de un pasado sin geografía.

Gracias, Ismo, como he disfrutado con estas notas tuyas (espero que aun queden): el cuaderno de viaje, cuando se escribe sin concesiones a los tópicos, es una especie de género fundador, el diario más verdadero.

ismo dijo...

Todavía sigo leyendo "Paniceiros" y sigo regresando antes de haberme ido.

Haideé Iglesias dijo...

Si que existen Ismo, existen aunque nadie antes haya hablado de ellos. Y pienso que es bueno que así sea, como tú mismo has podido comprobar con las palabras de tu mujer...
Pero en las palabras también existe el peligro de obnivular el entendimiento, ocultando lo que hay detrás de ellas. Uno puede escribir primorosamente, bellamente, dulcemente, y detrás esconderse algo completamente distinto. Cierto, magia, para bien y para mal.
Si has visto Home verás que es posible ese nube, en la interdependencia.
Nada de lo que pensamos o hacemos queda ajeno a todo lo demás. Qué pesada soy ¿verdad? Será que me encantaría ser como esa semilla de la que brota otro árbol, que a su vez da otras semillas, y que a su vez darán otros árboles... ¿Querrás ser ese árbol? ¿Querrán muchos ser árboles? Es tan necesario, tanto...

Un abrazo