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Acabo de inaugurar mi nueva exposición, sexta ya, en La Romana, Casa Encarnà, y tengo el buen sabor de boca que deja un público estupendo.

No puedo negar que es muy excitante exponer en una gran plaza, como cuando lo hice en la capital hace algunos meses, pero tampoco puedo negar que hacerlo en una plaza pequeña suele resultar gratificante de una forma más íntima, más cercana, más natural.

En la metrópoli tienes más público, pero es un público snob, distante. A veces no sabes si han ido a ver la exposición o a verse a sí mismos allí. En los pueblos pequeños hay menos público pero las críticas son más desenfadadas (que no menos atinadas) y el interés parece más sincero.

Hemos visto la expo, y luego Guzmán, el Policía Local, ha preparado una mesita en la calle, en un plisplás, mientras Mari Carmen, Teniente de Alcalde, sacaba un garrafón de mistela de la tierra e iba sirviendo vasitos. Manolo, el Alcalde, nos animaba a probar el bizcocho de almendras, que era la parte sólida del ágape.

Adivinad lo que tengo ahora en la cocina: el bizcocho sobrante.

Así que gracias a La Romana, Amparo, Augusto, Mari Carmen, Manuel, Guzmán, Angel, Fini, Javier,...