14.8.08

CLAUSURA Y FUEGOS DE ARTIFICIO

Desconfío de la gente que cuenta sus libros. Yo no tengo ni la más remota idea de cuántos tengo en casa, descansan en los lugares más insospechados: algunos reposan varias semanas en el taburete del cuarto de baño, otros se pierden en los cajones de cosas que probablemente nunca volveré a usar y esperan un cambio de fortuna. A veces he pensado clasificarlos, confeccionar una base de datos, pero me horroriza la idea de hacerles eso a mis libros. La isla del tesoro sería el número 53, aventura, piratas, en la estantería de arriba a la derecha; me niego a someter mis libros a esa tortura ¡Número 24! ¿Qué significan esos bordes desgastados? ¡En cuarentena! ¡Número 842, Cumbres borrascosas! ¡Cuádrese! ¿Qué hace Ud. con la literatura bélica? ¡Venga aquí! ¡Firmes! ¿Quiere acción? ¡Yo le voy a dar tomate!

En la anarquía que supone la falta de ordenación, los libros encuentran relaciones insospechadas. Como decía, he sorprendido varias veces a Cumbres borrascosas haciendo migas con El libro de los piratas, o a Harry Flashman echándole los tejos a Cathy con el mayor desparpajo en alguna de las ausencias de Heathcliff.

En una biblioteca sistematizada, los libros no se relacionan por sí mismos: es el propietario el que impone las relaciones que se establecen entre unos y otros y, a resultas de ello, empobrece el conjunto, sometido a la implacable racionalidad de su ordenación.

Mi padre adoptivo es de esos, de los que encierra a los libros en cárceles, les pone un número y dirige las relaciones entre unos y otros. Si el lomo de alguno sobresale demasiado, lo empuja con su dedo con decisión cuartelera hasta que quede a la profundidad que él juzgue adecuada. Es algo parecido a lo que hacía Dave cuando extraía tarjetas de metacrilato del cerebro de Hal 9000, una forma de tener la biblioteca bajo control.

Lo que los libros cuentan se difumina y se empobrece dentro del sistema. De sus múltiples interrelaciones forzadas surge una suerte de visión cósmica racionalizada que constituye el verdadero objetivo de la lectura y clasificación, que busca la Verdad más que el Conocimiento o el Disfrute. Es un sistema cerrado, en el que no caben vagabundos.

Nota: Dedico esta entrada a mi padre adoptivo. Aunque ahora ya no está con nosotros, su Espíritu permanece, y sus hijos y discípulos le seguimos tomando como referencia y estudiando su Palabra. Él es nuestra Luz, y es nuestra Tiniebla. Y nos observa desde más allá de los Cielos. Amén.

Otra nota: Asumo mis complejos, Padre pero ¡En este blog hablo de lo que me da la gana!

1 comentario:

XuanRata dijo...

Los libros son muy listos y se ordenan ellos solos. Además les gusta el calor libresco, la aglomeración, las altas densidades librográficas. Para ello nada mejor que tener muchos libros en poco espacio: es un placer observar la geología de los libros, cómo se van ordenando en diversos estratos, unos verticales, otros horizontales, en varios niveles, en filas sucesivas, vanguardias y retaguardias a la espera de su momento de gloria, a la espera del arqueólogo curioso que descubrirá un día la rareza...