19.12.07

DEWÁTERES TELEVISIVOS

A cuento de todo esto del debate entre Rajoy y Zapatero, a más de uno se le está llenando la boca hablando de las virtudes de los debates públicos entre candidatos, como si no existiese democracia fuera de ellos. Uno de los comentaristas que habitualmente pelotean por el blog de Pepe Blanco (al que llaman Pepe, y no Pepinho, en muestra de respeto), llevado por unos de esos arrebatos democráticos, incluso ha comenzado a lanzar vivas a la Grecia de Pericles, paradigma, según él, de la democracia con luz y taquígrafos.

¿Qué es un debate de candidatos? Es una auténtica porquería. En él aparecen dos tipos con la lección bien aprendida. En un espacio de tiempo muy limitado tienen que darnos su visión general de lo que preparan para nosotros en los próximos años y, como es de esperar, la brevedad del espacio impide hacerlo; en lugar de eso, ambos contendientes se afanan en intentar ganar la batalla dialéctica, pero desde el punto de vista erístico, es decir, que ambos se empeñan en que sus argumentos parezcan mejores, obviando la necesidad de que lo sean. Lo que importa es ganar la discusión, y eso no se consigue mediante argumentos que sería demasiado trabajoso y extenso discutir, sino mediante una puesta en escena que prima el aspecto visual sobre el contenido de los mensajes.

Los debates televisivos no son un culto a la democracia, sino un culto a la televisión y, remotamente, a las artes teatrales. Son de poco interés para cualquier que quiera sacar conclusiones sobre el futuro político aunque tremendamente atractivas para los canales que las retransmiten, que ven subir como la espuma sus índices de audiencia.

Las televisiones y la prensa en general disfrutan con los debates como un niño con zapatos nuevos. Desde que comenzó todo este asunto, ya hemos visto por televisión todos los anteriores debates (entre González y Aznar) y ya se nos han comentado todas las sutiles estratagemas que utilizan los políticos para sacar ventaja política de la imagen que ofrecerán esa noche en prime-time: que si sentados o de pie, que si tales o cuales colores para los fondos, que si la peluquería, que si el maquillaje,… Estratagemas que, por cierto, aunque se nos presenten como novedosas tácticas de la inteligencia televisiva, son el abc de las operaciones de imagen desde la época medieval, digan lo que digan Nixon o John Fitzgerald.

Más indirectamente, los debates televisivos, como resulta de lo expuesto, son un culto a la imbecilidad ciudadana, en la medida que esa ciudadanía cree a pies juntillas que la suerte del país dependa del intercambio de opiniones entre dos políticos pasados de maquillaje, por no hablar de lo estúpido de juzgar en una hora un curso político que ha durado cuatro años y elegir el que deberá durar otros cuatro.

7 comentarios:

áLEks! dijo...

Nunca entenderé el interés en ver algo en el cual ya sabes de antemano lo que van a soltar sus protagonistas.
Y en el que no me van a cambiar mi forma de pensar.

En cambio, siempre me ha hecho gracia todas las artimañas utilizadas para salir más favorecido o para que el contrincante no tenga ventaja en este tipo de debate. Me parece alucinante que hasta los planos de escucha estén calculados.

malatesta dijo...

Ja, ja, ja, te ha gustado el "he dicho", ¿eh?.
Pues sí, tienes tu parte de razón. Mirando la parte positiva al menos una parte de los ciudadanos se van a enterar de algo de los programas políticos de los dewatientes. Porque ya sabes, mucha gente vota al más guapo o al más simpático, o simplemente al partido que rutinariamente se viene votando.

ismo dijo...

Tío, malatesta, estoy fatal... El caso es que sí, que me ha gustado, pero te aseguro que lo he puesto aquí sin recordarlo allí...

Voy a acabar como ese amigo que un día apareció por el local de la banda y dijo: Eh, tengo un tema cojonudo... Cuando lo tocó, le dijimos: Perfecto, acabas de componer Burn, de Deep Purple :D

dregenwar dijo...

yo no veo mal un debate politico publico, si se hace bien. se deberia dejar a un lado la parafernalia y que cada uno presente sus propuestas y que puedan ser rebatidas por el contricante... no necesariamente tiene que haber un ganador... no deberia ser un concurso de popularidad. tan solo que cada uno presente sus cartas y el porque las suyas son mejores que las del otro
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otra cosa, que no se si viene a cuento o que...
antes creia que los grandes empresarios se hacian amigos de los gobernantes para ganarse su favor ¿por que me da la sensacion de que ahora es al reves, el politico es quien varia su postura para acercarse al gran empresario?

ismo dijo...

"Si se hace bien", ok, pero eso implicaría un buen montón de cambios.

Para empezar yo no limitaría los debates a la época electoral. Uno al año como muy poco (mejor dos). Evaluación continua.

Los contendientes conocerían las preguntas en el momento de ser formuladas.

En lo que toca a las relaciones entre empresarios y políticos, yo creo que ambos se atraen. Quizá, por decir algo, cuanto más autoritario es el régimen más culo tienen que chupar los empresarios y cuanto más democrático es, más probable resulta que un político le coma todo a la clase empresarial... el carguito dura 4 años, prorrogables, y hay que asegurarse un buen bocado para después.

Jesús dijo...

Está claro que para esas alturas todo el mundo (o casi) sabe ya a quién va a votar. Nunca me he tragado un debate de esos y, salvo sorpresa de última hora, el de las próximas no será una excepción.

Aparte de que son lugares en los que un oponente parece que no escucha al otro; simplemente cada uno lleva su lección aprendida y sueltan el rollo. Si fueran lo que pretenden ser, estos debates podrían ser interesantes, pero es bien sabido que no es más que un cuento para quedar bien ante el electorado. Bah.

Por cierto, Ismo, felices fiestas a ti también. Acabo de ver tu mensaje en mi blog y en el foro.

ismo dijo...

Bon Nadal a tothom !!

Pd.- ¿Por qué no? Lo hablo en la intimidad ;) y siempre me ha gustado la sonoridad de "tothom"