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Cuando veo ahora los dibujos que hacía antes tengo la sensación de estar haciendo ahora lo mismo que hace años. Me alegra comprobar que lo de siempre sólo cede su sitio con mucho tiento a lo novedoso.
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ismo
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Etiquetas: On the sunny side of the street, Viejos dibujos
Aquel invierno la isla fue nuestro feudo. Llegamos en otoño, cuando los turistas la dejaban y los pobladores estivales retornaban a sus residencias de tierra firme, en la costa. Pensábamos quedarnos un par de semanas, y el tiempo se alargó un par de estaciones. Sólo había un teléfono en el pueblo, sólo una fuente de agua potable a la que acudir con los bidones, sólo un hilo de corriente eléctrica entre el crepúsculo y la medianoche de aquel universo anclado en el pasado; podíamos ver las luces en la bahía y haber imaginado comodidades domésticas si los atardeceres, el cielo estrellado y la espuma de las olas bajo la luna llena no hubiesen copado nuestro pensamiento.
Holgazaneábamos todo el día y toda la noche. Éramos guardianes de un pueblo desierto, de un campo desierto y de tres o cuatro pobladores desiertos que todavía podrían seguir allí. En la caseta de
En aquel pequeño espacio convivían varios mundos. Al sureste, casi zozobrada, estaba (y está) la cantera romana y, en la muralla, por aquel lado, una de las tres puertas que abocaban el pueblo al mar, un oasis de sombra y refugio de amoríos. Al noroeste, el campo, el cuartelillo, la casa en ruinas, el cementerio y la isla de
El mar, como sucede en todas las islas, cantaba distintas canciones a barlovento y a sotavento, y todas se juntaban en una en la oscuridad de la noche hogareña, una melodía marina que se afinaba en las cuevas sumergidas, en los guijarros de la playa y en las rendijas de las contraventanas.
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ismo
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