DESPELOTE

Circula por ahí una paraguaya que, tras prometer desnudarse si la selección de su país pasaba de fase, ha hecho finalmente lo que ya tenía decidido mucho antes: mostrar su anatomía estirada y enriquecida con silicona hiciesen lo que hiciesen sus compatriotas futbolistas. Hoy mismo acabo de ver a Jesús Vazquez protagonizando un ridículo top-less durante la presentación de un reality, y a su casta compañera anunciando similar semidesnudo para próximas ediciones... Y alucino con tanto despelote descafeinado y, por momentos, tengo la impresión de estar reviviendo los tiempos de la Cantudo como estrella del striptease con Esteso y Pajares de mirones. A la manida pregunta "¿Qué harías tú si tu selección ganase el Mundial?" responden cientos de comentaristas en internet con propósitos de pública exhibición de sus vergüenzas, como si el deseo latente de cada hijo de vecino fuese aprovechar cualquier excusa para mostrarlas, como si el secreto anhelo de todos los que estamos, por lo visto, condenados a padecer tan indiscriminado despiporre no fuese otro que contemplar desnudas sus presuntuosas anatomías.

El caso es que a mí no me convence ni me pone toda esa carne suelta, y no por puritanismo, sino porque soy de esa clase de pervertidos para los que un despelote tiene más encanto cuanto menos descarado resulta, y a los que excita más la insinuación que el desenfado chabacano. De cuando estuve hace ya años en la libertina Ibiza, por ejemplo, no recuerdo ahora ni uno de los esculturales cuerpos de guiris desnudas bronceadas por el sol mediterráneo, pero todavía guardo en mi memoria el de una hermosa señora cubierta con un pareo esmeralda desde los hombros a los tobillos, en la cubierta de un velero, en la playa de Espalmador.

Si el domingo ganamos el Mundial, prometo asfixiarme en pleno julio con un jersey de lana de cuello de cisne, y prometo reservar mi blanco culo para un soberano calvo frente a la tele cuando Fernando Hierro proclame que ese triunfo no es suyo sino del grupo.