28.4.10

EL SUEÑO DE UN BOSQUE

La mitad de la mitad de mi breve visita a París transcurrió a bordo de un Batobus cuya estructura de cubierta parecía un reflejo de los sitios que visitábamos. Sobre los pasajeros, turistas, en un esqueleto de hierro se sujetaba una claraboya de plástico transparente, como un pulmón henchido entre filas de costillas. Las vigas de acero del Batobus evocaban, modestamente, el armazón de la Torre Eiffel, acompañaba su curvatura la de los ojos de los puentes. En un paseo tan fotogénico, pues el Batobus recorre el Sena desde la Torre hasta la isla de la Cité, las líneas curvas enmarcaban los paisajes, delimitaban los bordes de un objetivo retraído por el asombro, angular. La ciudad se imitaba a sí misma: los barcos imitaban a Torre y puentes, y la Torre a los puentes, y a los árboles, y los puentes a los troncos caídos, y los arbotantes de las iglesias parecían también ramas y raíces. Vigas de hierro curvadas, puentes de piedra y acero, iglesias de altos pináculos y floridos adornos. Sentado en el Batobus soñaba que París se soñaba el bosque que un día fue.


2 comentarios:

virgi dijo...

Ya se ve tu arbotante privado.
Un lujo, eh?
Besitos

ismo dijo...

Un lujazo.
Besote.