SINATRA

Hoy se cumplía el 70º aniversario del debut de Sinatra y las distintas televisiones nos han ofrecido pequeñas reseñas en las que se glosaba su figura. Hace poco comentaba con Dreg y Kikko, precisamente, lo vergonzoso que resultó el documental que le dedicó Informe Semanal la semana de su fallecimiento, con un metraje dominado por sus relaciones con la mafia, amoríos y calaveradas y poco atento a la figura de Frank como lo que era principalmente, un músico. Afortunadamente parece que desde entonces las televisiones han cultivado algo más su sesera y estos días, por lo visto, han centrado su atención en el Sinatra cantante, que es lo que Frank merece. Especial tino ha demostrado la cadena "ultra" Intereconomía, que ha resaltado el que, en mi opinión, es uno de los grandes méritos de Sinatra como músico, a saber: sus facultades interpretativas. Para cualquiera resulta obvio que era una gran voz, la Voz, con una afinación precisa y un registro amplio, etc., etc. Frank, eso es lo obvio y tecnicismos aparte, cantaba como dios, pero en lo que fue realmente novedoso, sorprendente, más allá de sus facultades vocales, fue en la forma de interpretar sus canciones. Hasta Sinatra, los músicos (blancos) se exhibían en el escenario como pasmarotes cursis e impostados, y su gran virtud, entonces, fue romper con ese esquema, y cantar las canciones como si estuviese contando a su público una historia. El gran mérito de Sinatra no fue otro: cantaba las canciones, con su voz prodigiosa, como si estuviese hablando con su público, y aquella forma de hacer, claro, cautivó a los espectadores, que empezaron a sentirse en íntima relación con el artista. El cantante había dejado de ser un pasmado y se había convertido, en cierto modo, en un amiguete. Cuando sinatra cantaba, el tipo de la octava fila se sentía como otro miembro más del Rat Pack. Frank había creado una conexión que hoy nos parece normal, imprescindible, pero que, en aquella época, hasta él, brillaba por su ausencia.