5.2.10

DALLAS


Decía hoy un comentarista de radio que Bonnie Raitt es una de esas voces blancas que "han conseguido abordar esa música peculiar que es el blues". Algo parecido. Pero el caso es que hay que ser muy duro de oído para pensar que lo del blues es hoy un patrimonio exclusivamente negro.

Al decir que el blues es negro, nos quedamos en el technicolor. Es verdad que esa música fermentó en la comunidad negra, pero también es verdad que lo hizo en un alambique en el que se mezclaban, según distintas recetas, tanto folklores africanos como europeos. Así, al tiempo que el blues, los blancos destilaron su propia música, el country, hillbillie o como se le quiera llamar, y, en realidad, el blues de los negros era tan blanco como negro era el country, porque ninguno tenía sentido sin esa mezcolanza de colores. La música de los zulúes era totalmente negra, pero no el blues; las polkas eran blancas, sin duda, pero no el country.

La música de los negros era blues y la de los blancos era country por un sencillo pero retorcido mecanismo sociológico: la segregación, cada comunidad debía tener su música. Un blanco podía escuchar música blanca teñida de negro, pero quedaba marcado si escuchaba música negra teñida de blanco, y tanto sucedía a la inversa. Nadie quería ser un blanco amigo de los negros ni un negro blanco (salvo honrosas excepciones: Mezz Mezzrow, por ejemplo, blanco, judío, chicaguino, constaba como negro en su documento de identidad).

Fue a partir de la segunda Guerra Mundial cuando el segregacionismo se dulcificó ligeramente. Las nuevas generaciones acarreaban cada vez menos prejuicios raciales, y estaban dispuestos a pasarlos por alto en aras de la diversión. A los jóvenes blancos les resultaban más atractivos los contoneos de la sensual música negra que sus propios bailes de salón. Cada vez era más frecuente que artistas blancos hiciesen abiertamente música de negros, y el hilo de odio que separaba a las músicas se fue diluyendo. Ante la imposibilidad de mantener la distancia, a la música negra, que era conocida como música de raza, se le buscaron otros apellidos que impidiesen reconocer que los blancos la escuchaban -como estaba sucediendo-, y las variadas evoluciones del blues desde sus inicios en el Delta empezaron a conocerse con otros nombres: rythm&blues, rock'n'roll...

Hoy a nadie debería resultar extraño que un blanco haga buen blues, como no nos resulta extraño que un negro sea presidente de Estados Unidos, pero algunos comentaristas siguen empeñados en mantener esa frontera de resentimiento entre la música blanca y la música negra, instrumentos quizá inconscientes de un visión de la vida partida por la línea Mason-Dixon.

Johnny Winter es albino.





2 comentarios:

virgi dijo...

Otro de mi juventod que hacía tiempo no oía, mil gracias
Besazo a tu discografía

malatesta dijo...

Aquí tenemos la misma discusión acerca del flamenco y la copla, la comunidad gitana, y la paya.
¡Memeces!