7.1.10

PIJOS


Sánchez-Dragó calificaba de pijos, caraduras, gilipollas y gorrones a los cooperantes vestidos de Coronel Tapioca que han tenido la anunciada mala suerte de caer en manos de un grupo de terroristas de Al-Qaeda mientras paseaban por el desierto sus camiones cargados de etiquetas, muy preocupados por que su mano izquierda supiese hasta el último detalle de lo que hacía su derecha y de lucir logística e ideario a cambio de medicinas y biberones.

Yo hago extensivo el comentario de Sánchez-Dragó a Juan López de Uralde, director de Greenpeace-España, sociedad anónima, que ha tenido el mal gusto de castigarnos estos días de Navidad en los medios de comunicación con sus plañidos porque los polizontes daneses habían castigado su travesura en la Cumbre del Clima -vaya ud. a saber qué es eso- con una estancia incomunicada de veinte días en la cárcel de Vestre Faengsel.

López de Uralde se quejaba de una sanción desproporcionada por ejercer la acción pacífica, pero lo cierto es que su acción no fue nada pacífica. Si en mi cena de Nochebuena, por poner un caso, se hubiese colado el vecino del 23 con una pancarta reivindicativa de mejores condiciones en el horario de la piscina, yo no hubiese considerado la suya una intromisión pacífica, ni siquiera en el caso de que hubiese respetado mi roast-beef. Si el vecino del 23 hubiese acometido semejante desatino, seguramente le hubiese parecido, incluso en estas fechas, dentro de tono que yo descorchase mi brut apuntando directamente a su escroto, con la peor intención.

El director de Greenpeace-España se coló en una fiesta, que es algo que ha hecho incluso Ana Torroja -otros con más caché conseguimos colarnos hasta en un concierto de Junior Wells-, pero al muy gili no se le ocurrió otra cosa después de colarse que anunciar su presencia a voz en grito. En la mano no llevaba una botella, como hubiese sido normal en alguien que se cuela en una fiesta y luego alborota para que le tiren, sino una pancarta, que viene a ser lo mismo. Luego los polizontes le llevaron a la cárcel, donde no le dejaron llamar a mamá, ni a tía Enriqueta, y donde le ahorraron el tedioso discurso de los abogados ya que aquello era una pantomima similar -a escala- a la que representa el segurata de unos grandes almacenes con una alumna de las Ursulinas a la que hubiera sorprendido robando gominolas.

López Uralde, de los Uralde, que disponía para hacerse oir de unos medios de los que no dispone ningún ciudadano normal y que había preferido expresar su protesta de una forma más teatral colándose en una Cumbre llena de capitostes archiprotegidos, acabó encerrado en Vestre Faengsel -anótese como lugar de culto- y al muy gorrón le parecía que la comida que le daban era un asco. Quizá hubiese preferido la del pabellón de comunes donde, lejos de los derretimientos árticos y los sueños verdes de las sociedades anónimas, presos con delitos leves son despatarrados a diario por los gallos del corral... Pero no; a pesar de que el menú de los comunes fuese más exquisito, a López, de los Uralde, le enfebrecía la idea de que su ballenaceo trasero acabase taladrado en los urinarios por un arponero escandinavo, así que al muy caradura le valía en esta ocasión el trato discriminatorio que, además, le permitía quejarse también de la deplorable decoración de su habitáculo privado.

Creía, sinceramente, que lo de la acción pacífica era otra cosa, y que el heroismo era otra cosa, pero hoy se construye el heroismo en estudios de televisión, y la resistencia es cosa de pijos.

5 comentarios:

XuanRata dijo...

Si en este tipo de acciones lo que se pretende es más que nada hacer ruido y acaparar titulares, supongo que la detención era un acto más del drama. Que se haya prolongado más allá de lo previsto por Juan López, al final redunda en una mayor proyección mediática, así que miel sobre hojuelas. Que las familias con renombre busquen acciones heroicas para dar lustre al apellido no es nuevo. Aunque creo que en sus orígenes la cosa funcionaba al revés. En cualquier caso, cada uno llena su vacío como puede, siempre y cuando se pague los vicios de su bolsillo, naturalmente.

Anónimo dijo...

Qué buenas las frases finales del comentario de Juan.
Cuantos más años vivo fuera, al volver, siempre tengo primero esa impresión de que España es un gran escaparate.
Gracias por la info, no sabía de esto.
Besos

ismo dijo...

Lo más lastimoso de todo esto es que hemos escuchado cómo este señor se quejaba de su detención, de la desproporción, del trato... No ha aprovechado la ocasión para darnos sus buenas razones ecológicas en favor de tal o cual medida. El ecologismo se quedó en la pancarta, porque, efectivamente, lucía mejor en la tele su meditación sobre las condiciones penitenciarias en Dinamarca.

Este tipo de ecologista me molesta sobremanera; son los mismos pacifistas que han acuñado el término "negacionista" para referirse a los que son escépticos frente a sus teorías. A mí, traer a colación en este asunto el holocausto nazi me parece un despropósito y una falta de sensibilidad, y un insulto a los que no acabamos de creernos eso de la Gran Ola. Si yo soy un negacionista ¿Qué es López de Uralde? ¿Un Noé algo bocazas? Pues amén.

dregenwar dijo...

siempre he pensado que al poder hay que meterle caña, pero vaya, ya sabes donde te metes cuando la lias.

Anthony de Hentzau dijo...

Aún se va a creer este personaje que, tras esto, puede equipararse a Gandhi, Luther King o Mandela..