Cuando Ulises estaba casi al cabo de su viaje a Ítaca, los caprichos cruzados de los dioses le dirigieron a una isla maravillosa en la que moraba la seductora Calipso. Durante siete años, la diosa colmó la vida del héroe -mientras Penelope pasaba sus desolados días tejiendo y destejiendo-. Aunque algunos han imaginado esa isla, Ogigia, en algún lugar en mitad del Atlántico, o en la misma inincardinable Atlántida, otros la imaginamos en algún lugar del Mediterráneo Occidental, en cualquiera de las soleadas islas entre Sicilia y el Estrecho. Más todavía; podemos soplar el salitre tamizado sobre la piel tostada de la diosa e intuir que Calipso es todas las islas y todas las costas del Mediterráneo, que ella sola es todo ese mar desbordado de sal. Podemos pensarla envuelta en un manto de pereza, y ver, entre las olas de la orilla, en cualquier playa de arena dorada entre Asia Menor y la Costa Blanca, el abandono de su cuerpo. Tendidos bajo un sol que las nubes nunca consiguen oscurecer del todo, podemos sentir que la caricia de una brisa de cuarzo, agua y sal es la caricia de la misma piel de aquella Calipso que encandiló a Ulises.
20.9.09
CALIPSO
Cuando Ulises estaba casi al cabo de su viaje a Ítaca, los caprichos cruzados de los dioses le dirigieron a una isla maravillosa en la que moraba la seductora Calipso. Durante siete años, la diosa colmó la vida del héroe -mientras Penelope pasaba sus desolados días tejiendo y destejiendo-. Aunque algunos han imaginado esa isla, Ogigia, en algún lugar en mitad del Atlántico, o en la misma inincardinable Atlántida, otros la imaginamos en algún lugar del Mediterráneo Occidental, en cualquiera de las soleadas islas entre Sicilia y el Estrecho. Más todavía; podemos soplar el salitre tamizado sobre la piel tostada de la diosa e intuir que Calipso es todas las islas y todas las costas del Mediterráneo, que ella sola es todo ese mar desbordado de sal. Podemos pensarla envuelta en un manto de pereza, y ver, entre las olas de la orilla, en cualquier playa de arena dorada entre Asia Menor y la Costa Blanca, el abandono de su cuerpo. Tendidos bajo un sol que las nubes nunca consiguen oscurecer del todo, podemos sentir que la caricia de una brisa de cuarzo, agua y sal es la caricia de la misma piel de aquella Calipso que encandiló a Ulises.
Etiquetas: On the sunny side of the street
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7 comentarios:
En dos palabras: im-presionante, ja, ja, ja.
Arena dorada, cuerpo dorado, cabello dorado... y una pértiga para trasladarse al cielo de un salto... ¿Será ella también copartícipe de los caprichos de los dioses?
Hermosa, muy hermosa. Todo, el momento, tu presencia y ella...
Un abrazo, y gracias.
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Estoy en la historia de los gentilicios...
Me alegro de que os guste. El mérito es de la modelo, una chica con una gracia natural irresistible, quizá porque no sabía que nadie la estuviese fotografiando. Si se hubiese dado cuenta de que le robaba una foto parapetado detrás de mi mujer mientras mis hijas gritaban divertidas "Mira, papá, un culo!" quizá se hubiese esfumado la magia, y habría desaparecido en el mar.
¡Hermosa Naturaleza! Bien que la has empatado con Ulises.
Un beso
Creo que entre mi lago y tu mar hay alguna especie de parentesco.
En cuanto a la chica...pobre de mi, lo siento, estoy acabado, no puedo dejar de pensar que habrá al final de ese mástil...¿es posible que la intriga pueda más que el deseo? ¿o es la intriga una clase de deseo que busca una belleza no tan diferente de la física?
Al final de esa caña que es una pértiga y un mástil están prendidos en un anzuelo los corazones de todos los que la miraron.
hermosa imagen. y muy bonito lo de los corazones en el anzuelo. un buen trago de belleza para olvidar que nos quedamos sin verano
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