6.4.09

PEQUEÑO ALGODONERO



Really the blues! - El pequeño algodonero
Tinta, digital
Ismo, 2009


Con él empezó todo. Si tenemos en cuenta que gran parte de nuestra cultura moderna se ha transmitido a través del rock y que todo eso del rock empezó a germinar en los campos de algodón y de arroz del Delta, éste que vemos aquí podría ser nuestro predecesor.

El chaval paseó su existencia miserable por los campos del Delta, entre todos los desarrapados blancos y negros del Sur, del Río. En la atmósfera malsana del pantano se cocía un potaje embriagador en el que casaban Europa, Africa y América mucho antes aún de que europeos, africanos y americanos se hubiesen dado cuenta de que aquello podía ser un fenómeno social.

De aquel potaje cada cual se sirvió a su manera, y de la sensibilidad negra para saborear todos aquellos ingredientes nació el blues. Cada noche, a la entrada de las cabañas, nuestro pequeño algodonero escuchó los primeros compases de una música cansada, del lamento paradojicamente vital de un pueblo pisoteado. Esa música que bebía de Africa y América creció en veladas de alcohol y sexo, y se extendió por todo el Delta con los músicos que recorrían las plantaciones.

El blues se convirtió en la música de los negros y, tan pronto como los blancos olieron el negocio, el blues se grabó. Las discográficas del norte empezaron a desplazar equipos móviles al mismo corazón del Delta y quizá nuestro pequeño algodonero, ya crecido, fue uno de los cientos de bluesmen que hicieron pruebas para los mercaderes de los estudios.

Quizá algún día se encontró en un cruce de caminos, y cambió su suerte, y remontó el Mississippi hasta la Ciudad del Viento.

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