7.12.08

EL TIBURÓN

Cuenta la leyenda que Raimundo era un tiburón del ladrillo y que, de una sola mordida, había conseguido forrar de mármol un aseo público. Entonces se le apareció la Patrona de su pueblo y le dijo:

- Raimundo, has pecado y sabes que has pecado. Tuviste tu oportunidad de alcanzar el Cielo y la dilapidaste con la misma ligereza que dilapidaron el dinero público quienes te contrataron. Ahora has de saldar tu deuda y, por cada euro del que te aprovechaste en demasía pasarás aquí un año, mostrando tu verdadera cara a todos a los que estafaste.

Y la Patrona le cubrió con su manto y Raimundo desapareció, y nadie notó su ausencia, aunque todos se sorprendieron al comprobar que, en la piscina de los tiburones, apareció como por ensalmo un nuevo ejemplar, más feo y más terrible que ninguno de los anteriores.

...
...
Hoy he visitado el oceanográfico de Valencia, en la Ciudad de las Ciencias y he vuelto a quedar impresionado por la belleza del conjunto, aunque decepcionado por el detalle. Son edificios grandiosos, pero están mal organizados; los visitan miles de personas, pero están muertos. Entre el grandioso continente y el exhausto contenido media la desilusión del visitante.
El oceanográfico, por ejemplo, es un lugar maravilloso; allí, entre los peces, bucea la imaginación de los niños, pero la imaginación de los peces se atormenta entre paredes de cristal. Una beluga daba vueltas y vueltas a su piscina persiguiéndola; agotada, siempre en pos del sueño del mar. En balsas de cristal blindado flotan los sueños: los tiburones sueñan con ser feroces mientras los pececillos sueñan que escapan, las morenas sueñan con el resplandor del sol cuando miran los fluorescentes, los pingüinos se zambullen tras un sueño en el que el polvo se convierte en nieve.
...
...

1 comentario:

XuanRata dijo...

Como el reflejo en el cristal de una pecera, reflejamos tu y yo la misma sensación en nuestras oceanográficas entradas, casi simultáneas. Esa beluga que yo también vi horrorizado hace casi tres años, sin duda sigue dando vueltas en mi cabeza y mirandome en su espejo de metacrilato.

Por cierto, me temo que a Raimundo le queda cuerda para rato.