16.7.08

NI SÍ NI NO, NI FRÍO NI CALOR

Un ateo y un creyente discuten sobre la existencia de Dios. El creyente sostiene que quien quiera convencerle de la inexistencia de Dios deberá demostrarlo. El ateo argumenta que no tiene nada que probar; considera que Dios es una invención y que quien queda obligado a probar su existencia es el devoto, porque la carga de la prueba debe recaer sobre quien afirma un hecho. Sin embargo, ambos afirman: uno la existencia de Dios, otro su inexistencia. El ateo se refugia en una cómoda postura, a rebufo de los posibles medios probatorios que exhiba el creyente (que carece de ellos, ya que su creencia se sustenta en la fe); hasta entonces, adopta un punto de partida que le resulta muy conveniente: Dios no existe hasta que se demuestre lo contrario.

El Dios que niega el ateo no es uno concreto, sino todos. Debemos pensar que él cree que hay un estado natural del universo del que los dioses no forman parte; a partir de ahí, cualquiera que quiera afirmar la existencia de Dios queda obligado a probarlo. Contra ello, miles de años de religiosidad y divinidades hacen pensar que mucha gente ha tenido ¿cierta intuición de lo divino? No por medios científicos, ni de forma estrictamente razonable, pero esa intuición ¿No es muestra de que pueda existir algo, si pensamos que la ciencia y la razón no son la única fuente de conocimiento? Bien, es probable que la fe no sea una fuente de conocimiento fiable para quien no la tenga pero, en todo caso, ante ella, en mi opinión, el ateo queda desautorizado cuando utiliza como punto de partida, exclusivamente, su visión del mundo, sin Dios. Existe obviamente gente que tiene la percepción de un dios, y eso no demuestra nada, pero no es un dato irrelevante.

Que Dios exista es tan poco probable como que no exista. El creyente se refugia en la fe, que es algo que no se enseña (la doctrina se enseña, la fe no); el ateo se apena porque ni la ciencia ni la razón son infalibles como fuente de conocimiento: el devoto le combate con otras armas que le son desconocidas.

Algunos ateos sustentan su negación de Dios en los perniciosos efectos que la religión tiene sobre los hombres, pero una cosa son los dioses y otra sus religiones. Algunos ateos dicen que, al fin y al cabo, la religión es la única forma que tenemos de conocer a Dios (también los creyentes lo dicen), y que los dioses serían, en definitiva, lo que sus sacerdotes muestran; por las acciones del clero conoceríamos a dios, lo que sería como decir que, conociendo a mi perro, me conoceríais a mí (¿O viceversa?)… A ese ateismo prefiero llamarlo anticlericalismo, y ser indulgente con quienes razonan de tal forma que descubren mis vicios ocultos en la forma que tiene mi perro de levantar la pata cuando mea.

El agnosticismo es seguramente la postura más cómoda, y es la más justa, en cuanto que toma como punto de partida la duda, se muestra abierta incluso a lo paranormal y desborda los estrechos límites de lo razonable o lo demostrable, aunque los escucha. El agnóstico es una especie de creyente freelance, o un ateo escéptico, un devoto con dudas o un ateo amigo de los duendes, con suficiente libertad como para aceptar cualquier esencia, para apreciar cualquier emoción, para vivir en cualquier mundo. Es menos volátil que un creyente pero infinitamente más poético que un ateo y, fundamentalmente, le asisten menos ganas de convencer a nadie que a cualquiera de los otros, pues él mismo no está convencido de nada.

5 comentarios:

malatesta dijo...

Agnósticos en la salud y la seguridad, creyentes en la enfermedad y el peligro. Así somos casi todos.
El creyente puro, sin dudas, raya en el fanatismo.

ismo dijo...

No dejas lugar al ateísmo ¿Crees que nadie es totalmente ateo?... Se dice que la religión trae el miedo al corazón de los hombres y, sin embargo, frente a los peligros, hay gente que busca fortaleza en la religión. También creo que hay mucha gente propensa a la blasfemia en situaciones de peligro: supongo que esperaban algo y se sienten defraudados.
Que casi todos seamos así da que pensar: cuando habría que dar gracias, somos agnósticos; cuando habría que apechugar, pedimos ayuda. Parecería que sabemos librarnos adecuadamente de cualquier responsabilidad... para eso están los dioses, jeje.

malatesta dijo...

Ya conoces mi teoría de la sustitución del padre por el ser divino.
Seguramente habrá algún ateo convencido, pero el que más y el que menos dudará. Tan fanático es el creyente sin fisuras como el ateo sin fisuras. ¿Es que alguien puede arrogarse en este tema la posesión de la verdad?

XuanRata dijo...

El agnóstico espera pacientemente la vuelta de dios.
Mientras tanto ha aprendido a vivir en soledad y cree únicamente en la mosca que le zumba tras la oreja.

Marta dijo...

Cada uno que lo llame como quiera.Quien sea creyente y quiera llamarlo dios, que lo llame dios y que crea lo que quiera, discutir e intentar convencerlo de lo contrario es absurdo cuando todas sus razones se basan en dogmas de fe indemostrables. O te lo crees o no te lo crees, es así de sencillo.

Todos nos agarramos a algo. Yo no creo en la existencia de un dios todopoderoso como el que me pinta la iglesia y cualquier religión. Ni siquiera creo que exista un ser superior que deba regir mi comportamiento y establezca lo que está bien y lo que está mal por boca de unos cuantos iluminados.

Cada uno tiene su propia ética y moral y a eso es a lo que hago caso.

Malatesta tiene su teoría de l asustitución del padre, yo tengo la mía de que la invención de los dioses con poder para hacer y deshacer el mundo a su antojo es producto del reconocimiento de nuestras propias debilidades y limitaciones.