28.6.08

CANTAUTOR

¿Qué es un cantautor? Caben varias respuestas:

Podría ser lo que su propio nombre indica, un músico que interpreta sus propias composiciones, que canta y es autor, aunque esa descripción sería demasiado amplia. Según esa regla, podríamos decir que Keith Richards, Peter Gabriel o Ian Anderson son cantautores cuando, indudablemente, no responden a lo que conocemos por cantautor.

También podría ser un músico que canta sus propias composiciones y que, además, lo hace con un cierto toque de austeridad instrumental, con precariedad de medios. Algo así como un unplugged, aunque sabemos que ni a Rod Stewart ni a Paul McCartney ni a Clapton ni a otras decenas de músicos les ha convertido en cantautores el hecho de interpretar desenchufados sus propias canciones.

Para completar la noción de cantautor deberíamos añadir que es un músico, cantante, intérprete de sus propias canciones sin acompañamiento de otros músicos, instrumentalmente austero que, además, carga todas sus letras con un fuerte sentido político o social. El cantautor, diríamos, hace canciones con “mensaje” o, más, hace política con sus canciones. Sin embargo, sabemos que el contenido “comprometido” no es exclusivo de las letras de los cantautores: las letras de Frank Zappa siempre fueron bastante comprometidas, pero a nadie se le ocurriría decir que Zappa es un cantautor… ni que Joe Strummer es un cantautor, ni King Crimson, ni Peter Gabriel,… y todos ellos cuentan con letras socialmente comprometidas, políticamente críticas, sociológicamente solidarias. Todavía más: ¿Carecen de mensaje las letras de Carl Perkins, The Police…? ¿Acaso “Be-bop-a-lula” comunica menos que “El pueblo unido jamás será vencido”? Cualquier canción con letra (e incluso cualquiera sin ella) expresa un mensaje, ya que la música es una forma de comunicación tan necesaria como la lengua hablada o los fruncimientos de ceño. Lo que diferenciaría, entonces, a un cantautor de cualquier otro músico que comunique sería (sin pelos en la lengua) su ansía no por comunicar sino por aleccionar. Un cantautor, en cierto modo, es un apóstol… un apóstol que parece un anacoreta.

Si los cantautores son los apóstoles, Bob Dylan es el jesucristo de toda esta historia, que comenzó cuando algún avispado se dio cuenta de que aquello del “The answer, my friend” bien podía servir para añadir un nuevo cajón con una nueva etiqueta en las tiendas de discos. Lo cierto es que cualquiera que conozca un poco la discografía de Dylan sabe que Bob, esencialmente, es un músico de blues, desde el principio.

Al remontarnos a los orígenes del blues podemos observar que los bluesmen, en los tiempos del Delta, de W.C. Handy, de la segregación, eran algo parecido a lo que hoy queremos llamar cantautores: intérpretes de sus propias canciones, músicos ambulantes forzosamente ligeros de instrumentación, letras con trasfondo social. Como precursores de los bluesmen (intérpretes ya de blues), los songster eran una figura similar; también eran músicos ambulantes ligeros aunque, en lugar de blues, cantaban los folklores propios de la zona que recorrían. A diferencia de los bluesmen, los songster no eran necesariamente negros, sino músicos de las diferentes comunidades de desfavorecidos que pululaban por el Sur, procedentes de nacionalidades tan diversas como la alemana, la española, la irlandesa, la francesa,… Todas estas comunidades tenían sus pobres, y todas tenían sus songster, que de forma itinerante amenizaban las jornadas en aquel mundo de campos de algodón. Los músicos de blues (muchos de ellos songster en sus orígenes), a diferencia de los songster, habían creado un estilo musical propio, a pesar de que sociológicamente tuviesen una función parecida: divertían a los trabajadores pobres, y lo hacían cantando canciones que hablaban de la recogida del algodón, del amor y del desamor. Sus letras hablaban de lo cotidiano mientras su música entonaba un lamento. Lo que el blues tenía de reivindicativo no estaba en la palabra, ni era una música diseñada para la reivindicación.

A mí personalmente me apabullan los cantautores actuales, los que han convertido a la música en instrumento de la política y utilizan las canciones para sermonearnos (por mucho que ellos lo llamen, dulcemente, “estimular conciencias”). Me molestan porque creo que no son artistas libres; seguramente ninguno lo es, pero ellos menos que ninguno si se empeñan en sacrificar la música a la propaganda. Pero también me molestan porque, sinceramente, creo que es posible comunicar sin ser tan obscenamente directo y que otras formas de comunicación pueden resultar más efectivas. El blues, otra vez, sería un buen ejemplo de una música con poder de transformación social, y ello sin ser explícitamente reivindicativa (en sus letras); decir, como dicen los cantautores actuales, que la música debe cumplir una función social es un profundo menosprecio a todas las músicas que han conseguido ese mismo resultado sin ser aleccionadoras, autoritarias o mesiánicas, llámese como se quiera.

Así, después de todo ¿Qué es un cantautor? Una etiqueta, que a algunos, aplicada a sí mismos, les sienta como una patada en los huevos (Dylan, Cohen, Antonio Vega…) y a otros les ayuda sobremanera a sobrellevar una carrera de músico que, en realidad, no es de músico, sino de cantautor, un terreno en el que la música juega sólo un papel secundario.

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