7.2.08

ANTIANTICLERISCALISMO

Las recientes declaraciones de los obispos y el interés del gobierno por mantenernos ocupados en asuntos distintos del paro galopante causado por el pesimismo de la derecha han reavivado en los últimos días la polémica sobre el papel de la iglesia católica en la sociedad.

Resulta bastante evidente que las declaraciones de los obispos tienen una intención política y, a mi modo de ver, y aunque no he seguido el cruce de recaditos más que de refilón, ningún obispo debería jugar ahora al tiro la piedra y escondo la mano. Efectivamente las declaraciones tenían esa intención, y negarlo me parece de muy mal estilo, e innecesario.

No creo que sea impropio que la Iglesia adopte una postura política, porque la Iglesia, al fin y al cabo, es una institución social, además de religiosa, pues representa a muchos ciudadanos, y eso la faculta para tener una voz en política.

Como decía hace poco, también los sindicatos son instituciones de carácter social (y, como la Iglesia, de indudable influencia política), y a nadie le parece mal que los sindicatos opinen sobre la política del país, tanto en lo que les toca directamente (el interés de los trabajadores) como lo que les toca de soslayo. Más aún, a nadie le pareció mal que, no hace mucho, la U.G.T. decidiese integrarse en las listas electorales de un partido político (el PSOE) aunque eso suponga una toma de partido mucho más intensa que la ahora protagonizada por la Iglesia. Los sindicatos son instituciones con una finalidad muy concreta, establecida en la propia ley que les da forma, que no es política; al igual que la iglesia, otra institución, sirve a otros objetivos. Yo creo que no es deseable que se dé esa intimidad entre un sindicato y un partido político, y creo que los obispos podían haber contenido sus lenguas pero, puestos a ver las inconveniencias del apego de una institución a una opción política, no veo por qué no hemos de ver lo inconveniente de los apegos de unos y de los apegos de otros. No entiendo por qué se debe aplicar un rasero distinto a cada caso.

Constatado lo anterior, cabe pensar que lo que realmente le fastidia al gobierno es que la Iglesia no esté de acuerdo con él, ya que parece muy dispuesto a tolerar un comportamiento similar cuando le beneficia. Si cabe alguna duda de ello, no tenemos más que ver la reacción de Z: “Ojo, que os quito los cuartos”. A la más pura usanza caciquil, todo sea dicho.

Y aquí entramos de nuevo en el viejo debate sobre la financiación de la iglesia, rápidamente reproducido en numerosos blogs bajo la forma “Por qué tenemos que financiar a los violadores de menores” o “¿Darías tus dineros a la Santa Inquisición?”…

Evidentemente, estas formas resultan grotescas para cualquiera con cierto sentido, ya no digamos común, pero sí, al menos, del equilibrio. Pero esas caricaturas que así expuestas resultan tan obvias y risibles se presentan a menudo con una actitud más ladina y un propósito evidente de propagandismo anticlerical mal fundamentado.

De las deshonras históricas de la institución eclesial todos hemos tenido alguna noticia, y son tan grandes como las de cualquier partido político, monarquía, sindicato, agrupación revolucionaria, policía, gremio, o, en definitiva, cualquier poder instituido. De todos ellos conocemos grandezas y miserias, y, en mi opinión, en un concurso de vilezas, sería imposible proclamar un vencedor.

De las perversiones sexuales de algunos miembros de la Iglesia también tenemos noticia, y no cabe más que decir que la iglesia es el mundo, y el mundo es maravilloso y, a veces, sin embargo, terriblemente perverso. Pretender decir que ese comportamiento está generalizado sería tan absurdo como decir que cualquier ateo sueña con violentar a una monja.

Así, parafraseando a aquel: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Y el que no (o sea, todos) haría bien en no remover la mierda, porque acabará por salpicarle.

Todo lo demás que digamos es política interesada y es con esa política interesada con la que se cargan las armas del anticlericalismo radical y de la Iglesia más retrógrada en igual medida. Que si los obispos tienen derecho a emitir una opinión política, o a pretender influir en el voto de sus fieles, o que si los sindicatos deberían, en puridad democrática, atenerse más estrictamente a su papel, o que si Z amenaza con apretar el nudo… todo eso es política, y forma parte de ese juego político en que las instituciones pretenden alcanzar para sí las mayores cotas de poder, algo que deberíamos deslindar de las otras funciones que esas instituciones realizan (si suponemos que realizan alguna: que el gobierno gobierna, que los sindicatos defienden a los trabajadores,…).

En el caso particular de la Iglesia, igual que en el del gobierno que gobierna y el de los sindicatos que defienden los intereses de los trabajadores (recordemos: afiliación por los suelos; subvenciones, representatividad y poder institucional por las nubes), existen motivos para pensar que podríamos mostrar cierta benevolencia con algunos de sus propósitos, y reconocer en su justa medida algunos de sus méritos.

De entre todos esos méritos, creo que hay uno que sobresale sobre los demás, y que sobresale incluso sobre los esfuerzos que, desde otras instituciones, se puedan haber hecho en ese sentido: sin la intensa labor social que la Iglesia desempeña y ha desempeñado durante años, no me cabe duda, el mundo sería un lugar más injusto.

El mérito de la Iglesia en lo social es evidente allá donde se mire, desde el cura de parroquia pobre que se ocupa de repartir alimentos o ropa entre sus fieles más desfavorecidos hasta el misionero que se juega vida y salud en algún lugar olvidado de todos. En lo social, nadie podrá negar que la Iglesia llegó antes que otros, y nadie podrá negar que llega donde otros no llegan.

Es por eso que creo que sería un grave error revisar la financiación que recibe la Iglesia cuando aún no se ha demostrado que existan instituciones sociales que puedan rellenar ese hueco. Creo también que sería injusto tomar esa revancha contra quien durante mucho tiempo nos ha sacado las castañas del fuego en muchos asuntos de relevancia social pero, en todo caso, sería estúpido y socialmente perjudicial cortar el grifo y los recursos a quien, de momento, ha demostrado ser el más eficiente asistente de los desfavorecidos.

Las alternativas al inmenso hueco que dejaría la Iglesia serían presumiblemente cubiertas por esos entes llamados ONGés cuya funcionalidad (por no hablar de su honestidad) es todavía más que dudosa en la mayoría de los casos. Paradójicamente, algunas de las ONGés que mejor funcionan y que más asistencia prestan siguen siendo ONGés de base católica, auspiciadas por la Iglesia: algo lógico, si tenemos en cuenta que hacen lo que han estado haciendo años y años, y están dotados de una experiencia y una capacidad organizativa con la que no podrían soñar ni la quinta parte de las ONGés de nuevo cuño. Por otra parte, hablando de alternativas, hay que considerar a quién iría a parar gran parte de la financiación que ahora se presta a la Iglesia y, para comprobarlo, sólo tenemos que atender a que las mayores subvenciones a organizaciones de cooperación para el desarrollo de países pobres han correspondido a ONGés fundadas por parlamentarios (entre ellas las que presidía Leire Pajín, actual secretaria de Estado de Cooperación –precisamente-, que ha visto sustancialmente incrementados sus ingresos)… La conclusión es evidente: el dinero irá a parar a instituciones que, bajo la forma de no gubernamentales, son gubernamentales (lo cual ya es para sospechar), que carecen de experiencia y que, en el mejor de los casos, no van más allá de proporcionar un cómodo retiro a políticos quemados, ya que su acción social es dispersa, desorganizada y lamentablemente tendenciosa. Por seguir con una anécdota: a Leire Pajín la hemos visto danzar con vestidos exóticos para defender los derechos de la mujer africana (lo cual está muy bien), y a los de Intermon Oxfam (auspiciada por los jesuitas) los hemos visto en Chad recibiendo metralla. Es sólo una anécdota, pero podría ser ilustrativa del grado de compromiso de unos y otros.

Añado, para librarme de partidismos, que, de las tres ONGés que más dinero reciben (no sé si este año, no estoy actualizado, sí el pasado) una es la de Leire, la segunda es de otro del PSOE, y la tercera de una parlamentaria del PP. Si eso no es una politización de la acción social, yo soy torero.

Y si no está de más recordar los pecados de la Iglesia, no me parece adecuado predicar que la Iglesia sea tan solo eso, el santo inquisidor, el cura pervertido, el párroco con gula, el tutor demoníaco,… La Iglesia también es el tipo que vive en un suburbio de una fétida urbe de India para prestar su apoyo a los parias, el cura al que se le cae la iglesia porque ocupa la magra financiación que recibe en mejorar la dieta del barrio y el arquitecto católico que en sus horas libres enseña dibujo a los niños perdidos. De entre los primeros y los segundos no creo que nadie dude quién es el buen cristiano; y no creo que nadie pueda dudar que ese tipo de cristiano abunde dada la magnitud de la obra social de la Iglesia en todo el mundo. Así, si queremos encontrar motivos para el optimismo, tenemos razones suficientes como para ver el vaso medio lleno.

6 comentarios:

malatesta dijo...

No creo que esta sociedad sea anticlerical. En todo caso, anti-jerarquía eclesiástica. Joder, es que salvo algún obispo por ahí (el de Sevilla, por ejemplo), el resto son para echarle comer aparte. De lo más retrógrado de nuestra sociedad.
Al cura de pueblo se le respeta. Es más, se le quiere. Al misionero se le admira. Otra cosa es que para cumplir su labor tenga que formar parte de la Iglesia (institución) comandada por esos señores.
A mí no me parece mal que tomen partido por algún partido político. Demasiado bien ya sabemos de qué pié cojean las altas esferas eclesiásticas. Con no hacerles caso tenemos bastante.

ismo dijo...

Yo diría que la crítica contra la jerarquía la protagoniza la propia iglesia (curas y fieles), y que existe una crítica anticlerical que extiende a toda la iglesia las actuaciones de la jerarquía, y que es a la que me opongo. Esta última no es una crítica constructiva, que valore el papel que pueda desempeñar la Iglesia, sino destructiva, que se vería muy a gusto si la institución desapareciese.

En lo del pie, la cosa es cachonda: "No votéis a quien negocie con ETA", dice la Iglesia; "Yo no negocio con ETA", dice Z... La iglesia cojea porque se le ven las ganas de decirnos abiertamente que votemos al PP; Z cojea porque, si no negocia, no se ve la molestia ¿Por qué se siente aludido? Porque negocia. Y todos tan amigos, y tan cojos.

Alberto dijo...

A mi los que me molestan son los que dicen las consignas contra la iglesía como si de mantras se tratasen.

Carlos Martinez dijo...

Imposible. Te has pegado tal parrafada de curas, sindicalistas, gobiernos y ongs que sería larguisimo discutir todo, y encima mezclado.
Yo no lo veo posible al menos.
Sin embargo no dices de la teologia de la liberación, o de los comienzos de ETA y ciertos gestos con la iglesia. Los sindicalistas siempre han tenido fuertes conexiones con sus partidos, y los que no, se han quedado en simbólicos. Sobre la jerarquia, es tal su cinismo que ni merecen ocuparse de ellos. Ni de politicos en elecciones ni de obispos "demócratas".

http://mishuevos.blogia.com/

dregenwar dijo...

estoy con carlos. empece a responder el post y cuando me di cuenta llevaba media hora escribiendo... pero creo que el lo ha resumido bastante bien en unas pocas lineas

tambien comulgo con malatesta. como ya te dije, me considero cristiano... me han educado con esos valores y son los que yo he vivido. esos valores no los veo en la Iglesia ni en sus portavoces. seria estupido por mi parte no reconocer la labor de tanta gente que obra de buena voluntad y con bondad pero no estoy dispuesto a renunciar a mis derechos como ciudadano nacido libre, por los intereses economicos y politicos del vaticano. lo que quiero decir es que, yo puedo actuar de tal o cual manera segun mis creencias pero no se deberia permitir que la iglesia dicte la ley... aunque tampoco hay que alarmarse. los ultimos actos de los obispos es solo palabreria: el pp estuvo ocho años en el poder y no se movio una sola coma de la ley del aborto o del divorcio, que yo recuerde (¿puede que en esa epoca se ampliara los supuestos de aborto legal? no recuerdo, en serio)

ismo dijo...

La verdad, creo que básicamente estamos todos en la misma postura, por mucho que cada cual cargue el acento político donde prefiera... En realidad, si se me permite, creo que los obispos y el psoe (y el pp) nos están haciendo bailar el baile de las elecciones: en cierto modo, todos estamos pendientes de polémicas bastante absurdas.

Sobre lo del PP y el divorcio, ahora mismo no recuerdo cómo se legisló... pero ayer escuché a Durán i Lleida hablando sobre el matrimonio gay y diría que mi postura era bastante cercana a la suya: yo no lo hubiese llamado matrimonio, y no hubiese reconocido derechos de adopción de momento (en ese primer momento de aplicación de una ley) pero, si mañana gobernase yo, tampoco lo cambiaría.

Quizá todo se reduce a una cuestión de formas. En eso coincido con Alberto, pues a mí también me molestan esos que recitan mantras anticlericales y que, como pretendía exponer, parecen olvidar que la iglesia como institución no es (yo lo creo) mejor o peor que cualquier otra.

Sólo una cosa más, otra anécdota. Carlos, hablas de iglesia "demócrata" y políticos en elecciones. Yo creo que eres demasiado benévolo, y que podrías entrecomillar el adjetivo democráta también para los políticos: ni son así solamente en elecciones, ni lo que son podría encajar con facilidad en la idea que yo tengo de la democracia real.