4.1.08

LA VERDADERA HISTORIA DE SANDOKÁN

...

Ocultos por la sombra de los duriones, los dos hombres espiaban el palacio del gobernador, en cuya entrada podían distinguir el uniforme rojo de un fusilero. Una tenue luz asomaba de la estancia situada en una de las esquinas del piso alto, y el pirata suspiraba adivinando la presencia de la hermosa Mariana al otro lado de aquellos muros.

-¿Lo ves, mi buen Yañez? ¿No sientes a través de la noche la delicada fragancia que se filtra por esa ventana entreabierta? ¿No sientes la presencia de mi amada? -. Los ojos de Sandokan ardían como rubíes de la India, inflamados por la pasión que despertaba en su corazón la bella sobrina del gobernador- …¡Vamos a por ellos! ¡Secuestremos a mi princesa antes de que esa bella flor languidezca en ese hogar corrompido!

- Prudencia, Tigre, hay muchos soldados en la finca…

- ¡No les temo!

- … pero… ¡Schht! Silencio, tigrecito. Ten paciencia.

- ¡Paciencia! ¡Paciencia! ¿Quién puede tener paciencia sabiendo que su diosa le espera anhelante? No me pidas paciencia, Yañez, pues brota de mi interior tal marea incontenible que no sé qué me impide lanzarme sobre ellos con mi kriss y hacerles sentir en sus cuellos su punta envenenada…

- No desesperes, Sandokan, si todo va como pienso, tengo un plan que nos ayudará a salir pronto de este atolladero.

- ¿Y podré llevar conmigo a mi Mariana?

- A tu Mariana y a toda la guarnición de Labuan si es preciso.

- ¡Ah, Yañez! ¡Mi Yañez! Tus solas palabras son como un bálsamo en mi espíritu conmovido. Tienes razón, como siempre: esperaremos a mis tigrecitos y atacaremos entonces el palacio de mi perfido adversario.

- Y, mientras tanto, aguarda aquí: voy a inspeccionar los alrededores.

- ¡Déjame acompañarte, mi querido portugués! ¡Mi cimitarra está sedienta de sangre inglesa!

- Aguarda.

- ¡No les temo!

- Ya. Aguarda.

Yañez se ausentó durante unos minutos que a Sandokan le parecieron eternos, consumido como estaba por febriles anhelos. Cuando regresó su lugarteniente, el Tigre de Malasia había comenzado a reprimir su impaciencia a la manera de la selva.

- … Traigo algunas provisiones –anunció Yañez, antes de añadir con cierta repugnancia: ¡Y guárdate eso!

El rostro de Sandokan se inflamó por la vergüenza.

- ¡Oh, Yañez, mi buen Yañez! Disculpa al amigo que, a falta de sangre, dio consuelo a su cimitarra con lo que tenía a mano…

- Nunca mejor dicho –murmuró el de Oporto.

- Disculpa, Yañez, hermano, si caldeado por el recuerdo de las prestas formas de mi amada han salido al aire mis instintos más animales… –continuó Sandokan, haciendo caso omiso de los comentarios de su Yañez.

- Algo más ha salido al aire…

- ¿Cómo retener la pasión? ¿Cómo contener el irrefrenable impulso de asaltar el palacio sólo por el placer de sentir unos segundos su piel junto a la mía?

Al ver que Sandokan no soltaba su cimitarra mientras seguía la conversación, y que la cimitarra que sostenía en la mana comenzaba a alcanzar el mismo tamaño y el mismo brillo que la que llevaba prendida del fajín, Yañez no pudo contenerse por más tiempo:

- ¡Se acabó! -gritó

El Tigre de Malasia, sorprendido, lanzó una dura mirada a su compañero de armas.

- ¡Ni miradas de acero ni hostias! –volvió a gritar Yañez, bajo riesgo de ser escuchado por los ingleses que había en la propiedad-. Estoy hasta los cojones de seguirte de aquí para allá procurando que no te descalabren, me saca de quicio tu chulería estúpida y, ahora, lo último, tengo que soportar que te la menees en nuestras emboscadas porque una niña tonta te la pone tan dura que podrías gobernar la rueda del timón de uno de tus praos sin usar las manos… ¡Se acabó! ¡Me marcho!

Un relámpago de dolor partió el pecho del Tigre, pero era un hombre acostumbrado a decir siempre la última palabra:

- … Tus planes tampoco eran tan buenos –espetó a Yañez, que ya le había dado la espalda

- ¿Cómo?

- Sí. Siempre haces planes que luego no cumplimos. Al final siempre acabamos tirándonos al bulto…

Yañez masticó su inseparable cigarro puro.

- Al menos yo no me paseo por ahí con bombachos de seda y zafiros en las orejas –repuso.

- Palurdo.

- Hortera.

6 comentarios:

malatesta dijo...

¡Ja, ja, ja, Sandokan el onanista!
Otro mito que se derrumba pero que nos da su lado más humano (y primate).

ismo dijo...

Jejeje, es mi forma de desquitarme con Salgari por saturarme de cursilerías...

Ha sido divertido, lo mismo se me ocurre alguna más ;)

Alberto dijo...

Jejeje, Muy bueno

J.Addams dijo...

grandísimo hereje!!
¡Es que ya no se respeta nada!!
juas, juas, juas
saludos

ismo dijo...

Jijijjii

¡No negareis que Don Emilio me la había puesto a huevo!

Carlos Martinez dijo...

JA JA JA JA JA muy bueno ja ja ja me recuerda una peli antigua "GOLFUS DE ROMA" que es otra desmitificación por el estilo. Muy recomendable para un dia de descojone.
Y tu si sigues con el tigrecete este avisa ja ja ja